Luis Eduardo De León
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Un joven clamaba a Dios cada día. Daniel fue su nombre, él era fiel.
Tres veces oraba con gozo y alegría. Alabanzas al Dios de Israel.
Pero un día hombres sin fe lo acusaron ante el rey.
Falso testimonio dieron, malos se volvieron y al foso lo echaron, ¡qué cruel!
En el foso Daniel oró, y su fe no vaciló; su confianza en aumento ya iba creciendo,
pues creyó al poder de Dios.
En el foso dañe el oro y su feno vacilo.
Los leones hambrientos ya vienen corriendo
de las garras del león.
Dios lo libró.
La noche fue larga, tinieblas le rodearon.
y el ángel se mantuvo a su lado.
Le dijo, "No temas, pues Dios cada día
tu oración él siempre atendía."
Jehová calmo al fiero león,
Daniel en sus brazos seguro durmió
Confiado él seguía en Dios cada día
Y su oración Dios escuchó
En el foso Daniel oró, y su fe no vaciló; su confianza en aumento ya iba creciendo,
pues creyó al poder de Dios.
En el foso Daniel oró, y su feno vaciló; los leones hambrientos ahí vienen corriendo
de las garras del león.
Dios lo libró.
noche el rey no concilió. Su sueño y rápido se levantó. Muy de mañana al fosso caminó y con gozo
dijo, "Aún vive Daniel." Oh, Daniel, ejemplo leal, tu historia me enseña aquí la verdad.
Entre fieras estabas y solo te aferrabas a la oración y al poder de Dios.
En el foso Daniel oró, y su fe no vaciló; su confianza en aumento ya iba creciendo,
pues creyó al poder de Dios.
En el foso Daniel oró, y su fe no vaciló.
Los leones hambrientos, ahí vienen corriendo,
de las garras del león.
Dios lo libró, Dios lo libró.
Dios lo libró